Necesito que alguien me dicte algo para
escribir. No lo dudes, buey. ¿Hasta cuándo necesitaré que alguien me dicte?
¿Cuándo encontraré algo para decirme? Ni siquiera sacando muelas estaría
tranquilo. No sé cómo se mide la niebla cuando entra en las casas y es la gente
viviendo sus vidas. Somos la niebla viviente que avanza sobre los pasillos y en
los espacios interiores. Caras bonitas, creo, desencriptadas. ¿Cómo puedes creerte
que lo sabes todo sobre mí?
Esperaría si fuese capaz de volver a
hacerlo una vez y otra encerrado en un cuarto trastero. Las cosas inanimadas no
están esperando nada, ellas son en el trastero autenticas ojivas por donde pasa
el tiempo. Ellas no mienten, pero hay quien espera mucho tiempo para usar la
aspiradora. Poco a poco. Cogiéndole miedo al polvo. Se explican esos casos
solos. “Solo yo bajo las persianas y espero”, dijo. Puede ser que sí, si solo
tú te lavas las manos después de hacer caca. No hay una forma correcta de
montar un aeroplano. Espérame tú a mí, en la noche, montada sobre las dunas
mientras es el desierto tu camello.
Precisamente los camellos son los que bajan las persianas en el desierto, ellos
deciden quién tose y quién no. ¿No te parece maravilloso? Yo me limitaría sencillamente
a dejarlas caer de golpe cuando todo el mundo hubiera dejado de esperar. Las
temidas soledades arderían entonces como pelo de bruja. En el desierto todos
vamos a nuestra bola, pero sobre todo yo, y nada nos joroba tanto como los
tontos que esperan a que los demás no esperen. Pero nosotros ya hemos puesto
nuestra cinta favorita en el walkman y vamos marcando el ritmo de aparición de
las huellas. ¿El ritmo? Nadie sabe que es esperar allí. Yo querría dar ahora un
ejemplo de escritura con falsete. Quizá todo esto lo sea, auténtica escritura
en falsete.
Comentarios
Publicar un comentario