Georgia transcurre desde hace más años que siglos como transcurren todas las ciudades muertas. Su sangre venosa prende como gasolina. Cuando, en los desagües, se la ve girar parece un grito de pavor adulterado, o adúltero. Las ciudades son escandalosas, ni una se libra de tan flamante epíteto. ¿Epicteto en que ciudad viviría? ¡Se daría cuenta de su cualidad escandalosa! Hierápolis en el año cincuenta y cinco seguro que invitaba ya a taparse los oídos con manos, pies o codos. Estoy seguro de que el jaleo estaba vivo, muy vivo, también en Nicópolis en el año ciento treinta y cinco. Me pregunto cuántos georgianos llegarán a los ochenta años hoy y si son conscientes de que viven en una ciudad muerta con más años que siglos.
Mis grandes culos se abrieron de inmediato y dejaron salir sendas cacas de gran tamaño con la forma del estado de Misuri. Estas cacas extremadamente inteligentes empezaron a darse golpes contra los muros de la catedral, los mismos que hace años habían servido para dar cobijo a los parloteos insensatos del viejo Maldonado. Los chorretones de caca empezaron a delimitar un fantasma de la figura de Maldonado que se volvió loco de inmediato, con mis ojos de urraca lo hipnoticé y le ordené que subiera al campanario y mientras lo hacía se fuera volviendo de sangre para saltar desde arriba transformado en quince pájaros rojos que volaran goteando hasta el amanecer. Cuando mis culos locos se cerraron y yo sentí que mis cacas desaparecían de la vista colándose por las alcantarillas adyacentes me preparé para escupir sobre la pared de la catedral una palabra negra de trapos y arandeles que quedaría grabada en la piedra hasta el fin de los días.
Georgia on my mind
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